Las “bienaventuranzas,” 5:5-72 (Lc 6:20-23).

Por Manuel de Tuya, O. P.
— Para Usos Internos y Didácticos Solamente —

3 Bienaventurados los pobres de espíritu, porque suyo es el reino de los cielos. 4 Bienaventurados los mansos, porque ellos poseerán la tierra. 5 Bienaventurados los que lloran, porque ellos serán consolados. 6 Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia, porque ellos serán hartos. 7 Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia. 8 Bienaventurados los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios. 9 Bienaventurados los pacíficos, porque ellos serán llamados hijos de Dios. 10 Bienaventurados los que padecen persecución por la justicia, porque suyo es el reino de los cielos. 11 Bienaventurados seréis cuando os insulten y persigan y con mentira digan contra vosotros todo género de mal por mí. 12 Alegraos y regocijaos, porque grande será en los cielos vuestra recompensa, pues así persiguieron a los profetas que hubo antes de vosotros.

 

 

Mt y Lc difieren en el número de “bienaventuranzas.” Acaso Mt, aramaico, tuvo un número más reducido 2. La reducción en Lc lo confirmaría. Oratoriamente es probable que Cristo hubiese pronunciado más, aquí o en otras ocasiones, pues es gran recurso pedagógico. El género literario de las bienaventuranzas es un producto semita. Las Escrituras las usan varias veces (Sal 1:1-3; 31:1; 41:2; Prov 3:13; 8:34; Eclo 14:1; 28:23, etc.), lo mismo que los escritos rabínicos 3.

 

Las “bienaventuranzas” evangélicas aparecen rimadas al modo hebreo de hemistiquios: en el primero se señala una virtud, y en el segundo el premio correspondiente. Pero literariamente no tienen una diferenciación conceptual rigurosa; el premio suele ser el mismo con simple variación literaria o formulada en relación al primer hemistiquio. Por eso la valoración numeral de ellas es más literaria que conceptual. Ordinariamente se admiten ocho en Mt (v.3-10), ya que los v.11-12 se consideran como una prolongación o “duplicado.” Sin embargo, conforme a su simple diferenciación literaria, parece que su número es de nueve.

 

Mt y Lc se diferencian en esto: en que Mt les da una formulación más espiritualista, mientras que Lc las expresa de un modo más material, que es primitivo. Además, Mt las formula en tercera persona, y Lc en segunda. También esto parece ser primitivo: es dirigida a los discípulos oyentes (v.l; Lc 6:20). Incluso Mt parece tener un índice de esta formulación primitiva (v. 11). Es el Mt el que les da una interpretación más impersonal y universalista. La forma primitiva es la más escueta y aparentemente más materialista de Lc. Puestas en paralelo las de Mt y Lc, los dísticos quedan sólo alterados por las adiciones interpretativas de Mt: “de espíritu” (v.3) “a la justicia” (Lc 6) “por la justicia” (v.10) 4. Y esto suele tener valor decisivo en la estructura del ritmo semita.

 

La forma primitiva es la de Lc. Es más semita. Y si hubiese encontrado en el original la matización espiritualista de Mt, no la hubiese cambiado. Es el Mtg el que la matiza con la adición “de espíritu” (τω π νεύμα τι) para evitar erróneas interpretaciones, lo mismo que la adición de “a o por la justicia.” Término característico de Mt.

 

Bienaventurados los pobres de espíritu, (Lc 6:20).

Por “pobre,” Mt y Lc utilizan la misma palabra (πτωχός). Pero ésta no evoca lo mismo a un gentil que a un judío 5. Esta palabra traduce al hebreo ‘aní y ‘anyyím. Este término designó primero, en la legislación mosaica, a los que no poseían tierras (Ex 22:24; Lev 19:10; 23:23): gentes pobres en sentido material, y, frecuentemente, gente sin apoyo ni influencia social, gentes explotadas y humilladas. Aunque no es éste el exclusivo aspecto que tiene aquí esta palabra 6. Pero por esta afinidad de conceptos se hacen sinónimos en el paralelismo poético, y los LXX traducen, indistintamente, por las palabras correspondientes “pobre” o “humillado” 7. Por ellos muestran gran solicitud los profetas (Am 8:4; Is 3:14.15; 10:2; 14:32). Pero después del destierro babilónico, a la noción de “pobre” se le junta la de la persona que confía en Dios, por lo que se aproximan primero y se asimilan después los conceptos “pobre” y “piadoso” (Sal 34:7.8; 35:10). Así el concepto de “pobre,” en este sentido bíblico, viene a enriquecerse con el aspecto religioso: es un pobre que confía en Dios y a El pide auxilio (Sal 34:19).

 

En el A.T. se habla en varios pasajes del agrado con que Dios ve la pobreza, sea con promesas, sea con hechos, v.gr., Saúl, David, etc. Pero la innovación de Cristo está en que beatifica al que acepte así libremente la pobreza — piénsese que se la consideraba castigo en la Ley —, lo mismo que el premio que promete a estos pobres no son bienes temporales, sino el ingreso en el reino. Para los rabinos, “según sentencia suya, ninguno de los males se puede equiparar al mal de la pobreza” 8. Ya no será el reino patrimonio exclusivo del rico — considerado por ello bueno —, sino que la pobreza, así situada, está en el plan de Dios y prepara, meritoria y desembarazadamente, al ingreso en el reino.

 

También con esta bienaventuranza se destaca a Cristo como Mesías, al evocar la “evangelización” a los pobres, conforme a Isaías (61:1). Este pensamiento es destacado expresamente por Mt en otro pasaje (Mt 11.2-6; Lc 7:18-23). Y es una rectificación del mesianismo rabínico judío: el Mesías no quitará la pobreza.

 

El premio que tendrán estos “pobres” es que de ellos “es” (εστίν) el reino. ¿Cuándo? Si la bienaventuranza se dirige a los apóstoles, se pensará en la fase celeste. Pero los tiempos usados para indicar el premio de las “bienaventuranzas,” puestos unos en presente — ”porque suyo es el reino” — y otros en futuro — “verán a Dios” —, no son argumento decisivo, ya que la redacción es de tipo “sapiencial” o “gnómico,” donde los tiempos cuentan menos que el sentido atemporal que encierran, y donde la permuta de tiempos no suele afectar al concepto. Para la valoración en este punto de todas las “bienaventuranzas” hay que tener presente dos elementos:

 

a) El doble concepto que se usa en los evangelios sobre el “ingreso” en el reino. Unas veces ya está como presente y realizado, otras, en cambio, aparece como futuro, por pensarse en su fase celeste, “escatológica.”

b) El sentido “moral” de adaptación universal que les dé Mt, por el sentido “eticista” de todo su evangelio.

 

Bienaventurados los mansos, porque ellos poseerán la tierra.

Esta bienaventuranza aparece en muchos códices griegos (Alef, B, C) y versiones (Itala, syr.-sin., Peshitta) en tercer lugar antes de la de los que “lloran.” Por ser el orden de la Vulgata se la considera aquí. Es propia de Mt. No hay razón para pensar en un desdoblamiento de la primera por su semejanza; pues Mt intenta decir con ella algo distinto. Su oscilación en la tradición manuscrita acaso se deba a un ensayo de “aproximación.”

 

En griego se pone la palabra πραεiς, cuya raíz significa dulzura, mansedumbre. Si perteneció, como parece por su estructura, al original aramaico, su traducción al griego, lo mismo se puede verter por esta palabra ser “pobre,” “miserable” (‘ani), que ser · “manso” o “mansedumbre” (‘anah), como hacen los LXX. Pero con ello Mt ha de querer decir algo distinto de la primera, que además se traduce al griego por otro término.

 

Esta “bienaventuranza” es una cita textual del salmo 37:11. Su contexto orienta a su valoración aquí. El término hebreo usado (‘anawim) lo mismo puede significar “pobre” que “manso.” En el contexto de este salmo (v.6a.7b.8ab. 14.32) se establece una contraposición entre el rico opresor y el pobre que lleva su suerte con resignación y paz: “mansedumbre.”

 

El sentido exacto de esta “mansedumbre” se puede ver en el contexto total del evangelio de Mt, único evangelista que habla de la “mansedumbre” en dos pasajes.

 

Del primero (Mt 21:5) se deduce que para Mt “mansedumbre” es la carencia de violencia, resignación, y del segundo (Mt 11:29), el de benevolencia y compasión. ¿Cuál ha de prevalecer aquí?

 

Pero, además, “la praytes es esencialmente mansedumbre y modestia, teniendo una afinidad particular con la humildad, de una parte, y con la benignidad o compasión, de otra. Es paciente y buena, tan enemiga de la cólera vengadora como del orgullo extremoso. Tenemos razón al decir que la distancia no parece grande entre la bienaventuranza de los “misericordiosos.” Una y otra expresan una misma actitud del alma fundamental, característica del espíritu de la nueva Ley.” 9

 

Posiblemente la diferencia esté en que en la primera se beatifica la pobreza llevada libre y religiosamente, y en la segunda, en que se añade el llevarla incluso con benevolencia hacia los demás.

 

El premio es que “poseerán la tierra.” Palabras tomadas del mismo salmo: retribución que allí se asigna a los “pobres” (Sal 37:11; 9:22). Es el salmo en el que se plantea el problema de la “retribución.” El rico pasa y él “poseerá la tierra.” Esta es Palestina. La tierra prometida vino a ser el ideal y tipo del reino de los cielos.

 

La palabra usada “heredarán” (χληρονομήσουσιν) corresponde al hebreo yarasch, que lo mismo significa heredar, que simplemente poseer, sin más matices 10. El modelo de poseerlo lo dirá San Pablo: “coherederos” de él con Cristo (Rom 8:17).

 

Dirigida a los apóstoles, ya ingresados en el reino, se refiere a la fase escatológica. Pero Mt también la adapta al valor “moral” de universalidad actual.

 

Bienaventurados los que lloran (Lc 6:21).

La traen Mt y Lc. El término usado (πενθουντες) indica aquí, conforme a la ley oriental de fuertes contrastes, una amargura muy profunda n. Conceptualmente no está muy lejos de la primera — ”pobres” —. Se diferencia como género — ”llorar” — y especie — ”pobres.”

 

Pero no se beatifica el “llanto,” sin más. Si no pone “en espíritu” como en la primera, ha de suponerse como encuadrarlo en un mismo propósito intencional del autor. Es el “llanto” de la vida, — tristezas, desgracias, dolores —, pero religiosamente interpretado ante Dios y Cristo.

 

Cristo abre al “dolor” una perspectiva nueva. Para los judíos neotestamentarios, el dolor todavía era considerado como castigo a pecados (Jn 9:2). El libro de Job ya había mostrado que el dolor tenía una misión de purificación y mérito. Pero ahora se eleva la mira del dolor como actitud ante el reino.

 

Primitivamente, acaso se refiriese a los ‘anawím de la primera bienaventuranza, como gentes abandonadas y hasta consideradas pecadoras, aunque con la sola formulación del “llanto.” Debe de ser Mtg el que le da este amplio aspecto “moral.”

 

El premio es su “consolación.” ¿Cuándo? Acaso “serán consolados” se pueda referir a la fase final. Pero está encuadrado en los principios de interpretación filológico-sapienciales antes dados. Primitivamente parecería referirse a su ingreso en el reino. Pero también caben consolaciones aquí en esperanza, como se ve en Mt (5:12). Aparte del ingreso en la fase final en el sentido “etizado” de Mtg.

 

Con esta bienaventuranza Cristo se presenta como Mesías, al cumplir y evocarse la profecía de Isaías (Is 61:1-3) sobre este llanto y “consolación” en función del reino. Isaías profetizó del Mesías que tendría también por misión consolar a los tristes (Is 61:2.3). El Mesías era llamado “la Consolación de Israel” (Lc 2:25) y el Consolador (Mcnahen) l2. Esta coincidencia literal de Mt con Isaías, tomada de la versión de los LXX, no debe de ser fortuita, pues Mt cita varias veces a Isaías en su evangelio como prueba de que en Cristo se cumplen los vaticinios mesiánicos de aquél.

 

Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia (Lc 6:21).

Las traen Mt y Lc. Como en otras “bienaventuranzas,” Mt (v. 3.8.10) añade algo para precisar bien el sentido, evitando desviaciones. Aquí primero (Lc 6:21a): al “hambre” añade “sed,” pleonasmo semita que no altera el significado (Is 49:10; Am 8:11). En su primitiva forma aramaica debía de ser, como en Lc, la escueta beatificación del hambre y sed reales, pero las dos fusionadas en una. Mas en el Mtg se toman estas expresiones en sentido figurado, y se añade por complemento “de justicia” (την δικαιοσύνη ν). Que esto es una adición, se ve porque rompe el ritmo semita de su estructura, en paralelismo con las otras y con Lc. Su sentido es, pues: Bienaventurados los que ansían grandemente la justicia. Nada está más cerca de esta bienaventuranza que lo que dice Jesucristo en este mismo sermón: “Buscad el reino y su justicia” (Mt 6:33). Esta justicia yuxtapuesta al concepto del reino es todo lo que hace al hombre justo, porque es el cumplimiento de la voluntad divina. Es aquella de la que dijo Cristo: “Si vuestra justicia no supera a la de los escribas y fariseos, no entraréis en el reino de los cielos” (Mt 5:20). Es la justicia que dispone a incorporarse al reino, o, dentro de él, progresar en el mismo. “El tema evocado por la expresión y el contexto del sermón no nos orienta hacia la idea de una justicia que Dios hace, sino más bien hacia aquella justicia que se esfuerza uno en adquirir a los ojos de Dios, cumpliendo su voluntad.” 13 Como universaliza y “moraliza” el sentido primitivo, es por lo que “la justicia en la cual piensa el evangelista, es una justicia moral hecha del conjunto de obras cristianas.” 14 El fariseísmo esperaba lograr esta “justicia” del reino por el cumplimiento material de la Ley.

 

No porque Mt metaforice y complemente la bienaventuranza primitiva aramaica, equivalente a la de Lc, desvirtúa su contenido, porque la primitiva no era la simple beatificación del “hambre” material, sino con la portada religiosa de las otras bienaventuranzas. Por eso, al hacerla metáfora con complemento, la espiritualiza y la potencializa. Es desear el cumplimiento de la voluntad — ”justicia” — de Dios en nosotros, en la que, como parte, queda incluida esa primitiva formulación escueta del “hambriento,” que lleva, religiosamente, su situación.

 

El premio asignado es el ser henchidos, saciados (χορτα-σθήσονται), como gráficamente sugiere el término griego. El futuro apuntaría a la fase celeste, pero el valor ”sapiencial” de las bienaventuranzas tiene un sentido amplio. En Lc se contrapone el hambre de “ahora” (νυν) a la futura “saciedad” (χορτασθησεσθε).

 

Bienaventurados los misericordiosos.

Propia de Mt. Tiene una formulación absoluta y universal. Pero como formulación “sapiencial” podría tener restricciones y matices. Naturalmente, no se trata de beatificar, sin más, un temperamento sensible y sólo filantrópicamente compasivo; ni beatificar una misericordia afectiva y no efectiva, en la medida de lo posible, como se ve encuadrándola en todo el contexto literario del sermón del Monte (Mt 7:21). Es, además, en este contexto, una misericordia que está en función del ”mesianismo” del reino.

 

¿Quiénes son aquí estos misericordiosos (ελεήμονες)? Mt, en otros pasajes, utiliza esta palabra para expresar dos cosas: a) perdonar ofensas (Mt 9:13; 12:17; 18:33; 23:23; b) pero también la “misericordia” en Mt reviste mayor amplitud: es el término que usan los ciegos que piden al Señor que los cure (Mt 9:27; 20:30), lo mismo que la cananea para pedir la curación de su hija (Mt 15:22). La “misericordia,” pues, tiene en Mt el sentido amplio y ordinario de hacer el bien a todo necesitado, y, formulada en tono sapiencial, no se dice la medida en que se ha de practicar la misericordia para obtener el premio a ellos prometido. Ya se leía en el A.T.: “El que tiene compasión, encontrará misericordia” (Prov 17:5). Y en el Talmud: “De quien tiene misericordia de los hombres, se tiene misericordia en el Cielo.” 15

 

El pensamiento, pues, de esta bienaventuranza es sólo afirmar la excelencia y necesidad de la misericordia en los hombres para que sepan que entonces Dios la tendrá con ellos. Pero esto, por parte de Dios, siempre será un exceso y un secreto sobre la que el nombre hace.

 

En el contexto literario de Mt, este premio tiene un valor escatológico, como se hace explícitamente en otras (v.3.8.10.12). Acaso, originariamente, tenían todas las bienaventuranzas un sentido de ingreso en el reino, no obstante el enmarque literario de Lc (6:20) y Mt (5:1:2). Pero el aspecto “moralizante” que Mtg les da, les hace cobrar una perspectiva de “escatología” final.

 

La bienaventuranza de los misericordiosos aparece así como la expresión de una exigencia moral. Mateo se para especialmente a considerar el aspecto moral de la enseñanza de Jesús; es él quien parece haber introducido este aspecto en las bienaventuranzas. Las bienaventuranzas del primer evangelio no se contentan con anunciar la Buena Nueva de la venida del reino; presentan el reino como la recompensa prometida a aquellos que practicasen en su vida las exigencias de la nueva, más profundas que las de la ley judía.” 15

 

La gran novedad de esta bienaventuranza de Cristo está en prometer su ingreso — en la fase que sea — a los que practiquen la misericordia con todos los hombres. Los rabinos defendían que la beneficencia debía practicarse con el “prójimo,” pero que era sólo el judío; por eso excluían de ella al “pueblo de la tierra” y a los gentiles 16.

 

Bienaventurados los puros de corazón.

Propia de Mt. La formulación literaria está hecha con un vocabulario “legal,” “ritual,” del culto. Los “puros de corazón” evocan a los que tienen en el culto la “pureza” cultual. El salmista dice que al Templo subirá el “de limpias manos y puro corazón” (Sal 24:2.4). Corazón y espíritu son usados indistintamente por la psicología judía como los principios responsables de la actividad moral. Pero no se quiere indicar con este vocabulario cultual que baste la práctica material de la Ley, sino que se supone y exige la autenticidad moral de esta conducta (Sal 73:1). Pues “si vuestra justicia no supera a la de los escribas y fariseos, no entraréis en el reino de los cielos” (Mt 5:20).

 

En el A.T., “ver la faz de Yahvé” significa: a) estar presente donde El mora, asistir a las solemnidades litúrgicas (Sal 42:3; 36:9.10; b) otras veces significa experimentar la benevolencia divina, v.gr., ser sacado de una situación difícil (Sal 31:17; 13:1; 31:13). Y hasta la formulación del premio de esta bienaventuranza se encuentra en el vocabulario del A.T.: “Los rectos verán su benigna faz (de Dios)” (Sal 11:7b). Si por fórmula está vinculado al primer grupo — faz de Dios” —, templo de Jerusalén 17, por contenido lo rebasa, para prometer un premio “escatológico” en el cielo. Es la imagen del Templo con la que se describe el premio del cielo bajo imagen cultual: “sus servidores (de Dios, en el templo del cielo) le rendirán culto y verán su faz,” se lee en el Apocalipsis (22:3.4.2-11). Así se beatifica a éstos bajo la forma de un culto que en el cielo se rinde a Dios 18.

 

Y como en el templo del A.T. había que estar legalmente “puros,” así en el templo del cielo hay que estar, para ingresar en él, espiritual y moralmente “puros”: vida con conducta recta 19.

 

Bienaventurados los Hacedores de Paz.

Sólo la trae Mt. No se beatifica a los de temperamento pacífico o a los pacíficos estáticos — ”los pacíficos” —, sino a los dinámicos en esta virtud: a los “hacedores de paz” (είρηνοπαοι). Se pensaría que en su contenido se incluía a todo el que buscase difundir y trabajar por la paz. La formulación universal e impersonal en que está redactada llevaría a esto. Lemonnyer y otros, basándose en el salmo 82, piensan en las autoridades y magistrados, ya que a ellos corresponde esto por “oficio” 20. Pero el sentido que le da Mtg de universalidad rebasa esto. Aparte que es “paz” en función del reino. En los pasajes bíblicos en que sale este término tiene sentido de reconciliación con los enemigos (Col 1:20; Ef 2:15.16; Act 7:26). Lo mismo se ve en la literatura rabínica. Así interpretada, vendría a estar próxima esta bienaventuranza con la otra de Mt sobre los “misericordiosos”: sería como especie de un género.

 

Aunque la portada es universal en el Mtg y el genero “sapiencial,” se pensaría que estos “hacedores de paz” fuesen, en su sentido primitivo, los apóstoles, que tenían la misión de divulgar la justicia del Reino.

 

El premio es que “serán llamados hijos de Dios.” “Ser llamados,” en semita significa ser reconocido por tal, ser verdad lo que se dice de uno. ¿Cuándo serán llamados así? La redacción lo supone en la fase escatológica, lo mismo que el contexto en que se encuadra (v.5.6.7): premio en el cielo. Pero no se puede prescindir de lo que se dijo a propósito de la primera bienaventuranza.

 

En hebreo la relación o dependencia se la formula frecuentemente con la palabra hijo (heb. =ben; aram.= bar). En la Escritura, a Dios se le llama muchas veces Dios de paz; los “hacedores de paz” tienen una relación especial con Dios. De ahí el formularlo como “hijo de Dios” (Lc 20:35-36).

 

También se percibe en esta bienaventuranza una enseñanza o sugerencia sobre el modo de establecer el reino: no por el ruido de armas, sino espiritualmente: “haciendo la paz” del reino entre los seres humanos.

 

 

Bienaventurados los que padecen persecución por la Justicia, Porque de Ellos es el Reino de los Cielos.

Esta bienaventuranza de Mt (v.10) se la suele considerar unida a la siguiente (v.ll). Se beatificaría la específica persecución a los que tuviesen adhesión a la doctrina del reino. Por las razones alegadas en la introducción a ellas, se la considera literariamente distinta. Y hasta podría verse un índice de esta duplicidad en Lc, que, trayendo la última (Lc 6:22), no trae ésta. Hay además algún matiz literario diferencial entre las dos. Condamin pensó incluso si el premio asignado a ésta, que es el mismo que el asignado a la primera, no sería un caso de “inclusión semita” 21. Sería una contraprueba del valor diferencial de la 10 y 11 de Mt.

 

Es ordinario admitir que las palabras “por la justicia” es una adición del Mtg para precisar bien el sentido de esta persecución beatificada. Mt buscaría destacar el valor moral de la misma. Primitivamente podría tener un valor absoluto de persecución por tantas cosas en la vida. La beatificación originaria sería esta persecución llevada religiosamente. En todo caso, Mtg la matiza o la orienta a la justicia del reino, al fin por quien cobra valor religioso toda “persecución” llevada religiosamente.

 

El dolor, que era considerado en la mentalidad de Israel como castigo, aparece sublimado al ser llevado por la justicia del reino de Cristo. La perspectiva es “escatológica” en la redacción del Mtg: “el reino de los cielos.”

 

 

Bienaventurados seréis cuando os injurien y os persigan y Digan Toda Clase de mal contra Vosotros, siendo Calumniados a Causa de Mí Alegraos y Exultad, Porque Vuestro Premio Será Grande en los Cielos. Pues Así Persiguieron a los Profetas que hubo hntes de Vosotros (cf. Lc 6:22.23).

 

 

El cuadro profetice de esta bienaventuranza está trazado con elementos suficientemente descriptivos. Se acusan en su redacción, aparte de la profecía, las primeras persecuciones cristianas. Los “falsos testimonios” (ψευδόμενοι) apuntan, preferentemente, a las acusaciones falsas ante los tribunales (1 en 4:15).

 

El motivo por el que son beatificados estos perseguidos es precisamente “a causa de mí” (Mt) o “por amor del Hijo del hombre” (Lc). Sólo supone la lealtad a Cristo. Esto hace prorrumpir a Cristo en una invitación a la alegría; Lc pone “en aquel día,” que es el de la persecución. Así lo experimentaron primeramente los apóstoles (Heb 5:40ss; 2 Cor 11:23); άγαλλιασθε es el término técnico usado para esto (cf. Ap 19:7; 1 Pe 1:6.8; 4:13). La esperanza abre la seguridad al premio celeste en la fase escatológica. Pues la “recompensa” (μισθός) es una deuda de justicia, como lo acusa el término usado 22.

 

Al obrar así los judíos contra los apóstoles y discípulos, no hacen otra cosa que obrar como obraron “sus padres” (Lc) contra “los profetas que hubo antes de vosotros” (Mt). En el Evangelio, los apóstoles son los sucesores de los profetas (Mt 23:34; 10:4l; 13:17). Los primeros preparaban el reino, y los segundos lo divulgaban.

-REGRESAR

2 J. Dupont, Les Beatitudes (1954) p.123. — 3 Strack-E.,Kommentar. I p.189; L. Heioel,Beatitudesevangeliques: Dict. Bibl. Suppl. 1 940-950; F. ASENSIO, Las bienaventuranzas en el A.T.: Est. Bíb. (1945) 241-258; J. Dupont, Les Beatitudes. Le probleme litte’raire. Le deux versions du sermón sur la montagne et des Beatitudes (1958); A. George, La “forme” des beatitudes jusqu’a Jesús: Mél. A. Robert (1957) 398-403; B. Celada, Las Bienaventuranzas. Por los métodos críticos a la más ferviente piedad del Evangelio: Cult.Bíbl. (1962) 375-382; F. López Melús, Perspectivas de las bienaventuranzas. Col. Selección Bíblica (1962). — 4 Descames, Bienhereux ks pauvres p.59: RDT (1952) 53-61; R. Ejarque, Beati pauperes spiritu: VD(1928) 129-133.234-237.334-341; Daniélou, Bienhereux les pauvres: Et (1956) 321-338; J. Dupont, Les “ptojoí to pneúmati” de Mt 5:2 et les “an(e)we ruaj.” Qumran nella S. Scritura: Studi Sociali (1962) 469-491. — 5 Macchioro, The Meaning of the First Beatitude: The Journal of Religión (1932) 40-49; Salvoni, // signifícalo della prima beatitudine: ScCatt (1930) III 426-442; IV 18-35; D. Flusser, Blessed are the poor Spirit. (Mt 5:3 in luce Qumran: New Test. Stud. (1962) 335-345; E. Lipinski, Les presupposes ve terot estamentales de la premúre beatitude (multicopiada) (1956): A. Gelin, Les Paumes de Yahve (1953); M. Vas-Teenkiste, L’aní et l’anaw dans l’A.T.: Div. Thom. (Piaz. 1956) 3-19; Dupont, Les Paumes en esprit (Mcmor. A. Gelin) (1962) 265-272. — 6 Strack-B., Kommentar. I h.l.; Weiss, Die Predigtjesu ion Reiche Cotíes (1900) p.130; Prat, Je’sus-Christ (1947) I p.271. — 7 Prat, o.c., p.272 nt.l. — 8 Strack-B., Kommentar. I p.816-826. — 9 Dupont, Les Beatitudes (1954) p.296. — 10 Zorell, Lexicón 712; F. Spadafora, La seconda beatitudine (Mt 5:4) nel testo e contesto evangélico: Tabor (1961) 101-109. — 11 Zorell, Lexicón 1029; F. Spadafora, La terza beatitudine (Mt 5:5) nel testo.: Tabor (1961) 197-206. — 12 Bonsirven, Le Juda’isme palestinien. (1934) I p.365. Biblia comentada 5a 3 — 13 Dupont, o.c., p.259; F. Spadafora, La guaría beatitudine.: ibíd., p.293-300. — 14 Dupont, o.c., 261; Bauer, Beati qui esuriunt et sitiunt iustitiam: EstEcl (1942) 9-26. — 15 Shab. 151,b: Sahn. 92,a. — 15 Dupont, Les Beatitudes (1954) p.288. — 16 Strack-B., Kommentar. I p.204-205. — 17 Zorell, Psalt. ex hebroso latinum (1939) 26. — 18 Dupont, o.c., 208. — 19 A. Jones, The Expository Times (1919-1920) p.522ss; Koch, Beati mundi corde: VD (1940) 9-18. — 20 Lemonnyer, Le Messianisme des “Beatitudes” p.385-386. — 21 Condamin, RB (1910) 213. — 22 Zorell, Lexicón 847.